lunes, 13 de septiembre de 2010

ELOGIO DE LA AGRESIÓN # 1

No más. Estoy harto de ser un ciudadano corriente, de levantarme cada mañana pensando en el trabajo, en desplazarme maquinalmente hacia una oficina en donde conforme pasan los segundos, los minutos y las horas, se va anquilosando mi alma. ¡Debo correr! Correr, liberarme de las ataduras de una sociedad productiva y eficiente. ¡Golpear con el teclado del computador el rostro de la opresión! ¡Huir!...


¿Huir? Mis pasos suenan ruidosos sobre el asfalto mojado; las gotas me llegan hasta la cara por el vigor de mi carrera. Se oye una sirena, primero lejos, ahora cada vez más cerca. Corro despavorido entre los callejones oscuros y hediondos de basura; la garganta se me cierra y necesito aflojar el nudo de la corbata. El sudor se despliega en forma de cascadas salinas. Por el rabillo del ojo veo la intermitencia de una luz azul y roja. Sigo corriendo y franqueando obstáculos. Las fuerzas se me acaban y la sirena me pisa los talones. Veo hacia atrás y me doy cuenta que la patrulla está a escasos diez metros de mí. Angustia. En medio la confusión de esos dos segundos olvido que voy hacia un callejón sin salida y me estrello violentamente contra la pared.


Aturdido, escucho los pasos de las botas que se bajan de la patrulla sin afán, divertidos de mi horrenda estupidez. Ya puedo ver el encabezado del periódico mañana: “Empleado estresado golpea a su jefe con el teclado del computador hasta casi matarlo”. En cierta medida, ya no soy un ciudadano corriente…