lunes, 30 de agosto de 2010

BLACKOUT

Todo comienza así: tomas la iniciativa de ir hacia la puerta. Tu empeño es tal que no escatimas en la fuerza y velocidad que proporcionas a tus músculos para cumplir con tu objetivo, y casi que de un brinco te levantas del asiento sintiéndote más dueño de tu cuerpo que en cualquier otro momento. Das el primer paso. ¡Horror! Los cimientos poco a poco colapsan; los pies ya no dan abasto para soportar el cuerpo, las rodillas se van inclinando hacia adelante como si hubiesen talado las pantorrillas desde los tobillos; la cadera se convierte en el peso muerto que acaba por echar abajo la bóveda de los pulmones y el corazón. La cabeza, símbolo absoluto de la resolución entra en declive y con los ojos en blanco te das cuenta que aquel supuesto dominio corporal que creías tener es una simple ilusión. Abres los ojos y ya no está la puerta; el cuerpo te pesa, la mandíbula te duele como si te hubieran golpeado con un tubo y tienes la extraña sensación que han pasado días desde que decidiste levantarte del asiento. Confusión. Ahora ves la parte posterior de la habitación en la que te encuentras. El cuerpo no tiene fuerza, sin embargo con dificultad pones en marcha la maquinaria para reincorporarte, esta vez sin afanes y sin ínfulas de ser el soberano del universo.

La falta de un pequeño aire ha desplomado un edificio. Caminas y todo termina cuando sales por la puerta, golpeado, aturdido y agradecido porque nadie te hubiese estado viendo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Sanción disciplinaria

Oscuridad. Sonido de planta de energía. Se enciende una luz amarilla que se entrecorta por momentos que sólo deja ver una estructura de dos niveles. En el nivel bajo un hombre en camisa y corbata, muy sucio espera recostado. La luz de arriba proyecta la sombra de la rejilla sobre el hombre mostrando su encierro en una especie de calabozo. Sonido de pasos por un andamio metálico. De la oscuridad llega caminando por el segundo nivel otro hombre de corbata más viejo que el primero y se para justo encima obstruyendo la luz. Lo observa desde arriba un momento. El que está encerrado alza la mirada y habla.

- ¿No hay nada que hacer?
- En efecto, no hay nada que hacer.
- Y si yo hablara con…
- No.
- Pero es que no entiendo por qué.
- No se haga el que no entiende porque la compañía es muy clara en…
- Si, si, no hace falta que lo mencione. Ya se que las cosas están así por el asunto…
- ¡Vaya, asunto!
- Pero usted no puede reprocharme nada. Se la pasa ahí como si nada.
- ¿Cómo si nada? ¿Así le parece? Perdóneme pero mi labor es muy importante aquí.
- Estorbando.
- Cuidando… Vigilando que las cosas mantengan el curso natural.
- Ahora me va a decir que es usted un guardián del orden.
- Naturalmente.
- Y más específicamente cuáles son sus funciones.
- Velar porque la maquinaria laboral no sufra ningún contratiempo, sacar y aislar las piezas que no están cumpliendo con su trabajo, evitar que la desidia y la irresponsabilidad se propaguen como un virus.
- Oiga, ya basta de bromas, déjeme salir.
- No.
- Ya entendí que en esta compañía buscan aprendizajes de choque. Ya aprendí mi lección, ahora déjeme salir, esto me inquieta.

(Silencio momentáneo)

- No.
- No me puede retener contra mi voluntad. ¡Eso es secuestro!
- Usted está aquí por voluntad propia; aceptó una serie de cláusulas que explican a la perfección su permanencia en el espacio de retiro.
- Oiga, le juro que si me deja salir no va a volver a ocurrir.
- No tengo garantías de eso.
- ¿No le basta con mi palabra?
- ¡Palabra! ¡Pero qué necedades dice! ¿Por qué cree que se inventaron los contratos? La palabra está caduca, nadie puede confiar en la moral del ser humano. La firma otorga certezas, de otra manera usted no estaría allí metido.
- Pero uno no firma para que lo encierren en un calabozo, ¿está loco?
- Y tiene usted razón. Uno firma es para TRABAJAR. ¿Nunca le dijeron que siempre leyera la letra menuda?
- Nadie lee nunca la letra menuda.
- Y sin embargo, quien hace la entrevista le cuenta sus deberes y las sanciones en caso de incumplimiento.
- Pero uno pensaría que el “espacio de retiro”, sería un periodo de prueba, algo más… humano. Incluso, la cloaca podría ser una especie de “broma pedagógica”
- Eso no funciona señor… Ah, no me acuerdo de su nombre. Nos hemos dado cuenta, luego de años de perfeccionar el sistema que la única manera de combatir la incompetencia es sacando definitivamente las malas piezas del trabajo. Usted notará que si hay un tornillo flojo en la turbina de un avión este sencillamente se cae. Es cuestión de mecánica.
- Pero, ¿todo esto por no asistir un día al trabajo?
- ¡Qué tal el cinismo de este individuo! Cada palabra me confirma que usted debe permanecer en esta cloaca. ¡Un día! ¡Señor! Por culpa de su “licencia” nosotros estamos perdiendo dinero, intereses, contactos, expansión, control, dominio… ¡poder! “Broma pedagógica” Por favor, su falta de productividad nos cuesta. ¡Ah, me puso de malas, ahora tengo gastritis! (Toma una pastilla)
- ¡Déjeme salir! ¡Esto es inhumano!
- ¿Y no le parece que en pleno siglo XXI la pereza es inhumana? ¿Un vicio deplorable que debe ser erradicado como la peste?
- ¡Ayuda, ayuda!
- Tome, en esta bolsa hay comida para una semana. La semana siguiente le traigo más. Por favor, no se moleste en gritar, todas las nuevas empresas están diseñadas para aislar a los perezosos. ¡La mejor tecnología anti-ruido!
- ¡Espere, no se vaya! ¿De verdad no hay nada que hacer?
- No hay nada que hacer.
- ¿Y si yo hablo con el gerente?
- No.
- ¿Por qué? Espere, ¿Qué hace?
- (Vierte una cubeta de agua en el calabozo) Porque yo soy el gerente y oficialmente le estoy anunciando su despido de la compañía… y de la sociedad. Un baldado de realidad, señor… no me acuerdo de su nombre.

(Oscuridad progresiva. Sonido de pasos que se van por el andamio metálico Gritos)